Es preciso matar porque es necesario, pero no hay que creer que sea un derecho. Si se cree en ello, todo va mal.
Por eso nadie sabe lo que se siente y nadie puede contarlo. Si se pudiera regresar, si se pudiera contar qué es eso de escuchar una descarga y sentirla sobre el pecho, en la cara. Si se pudiera contar la verdad de eso, puede que ya no nos atreveríamos a matar, nunca más; o puede que a nadie le importaría morir...
Además todo mata a lo demás en cierto modo. El pescar me mata a mí exactamente igual que me da la vida.