
Una revolución empieza a hacerse desde los campos de batalla, pero una vez que se corrompe, aunque siga ganando batallas militares ya está perdida.
Sólo vi tus ojos reflejados en el agua y entonces ya no pude ver mi reflejo sin el tuyo a mi lado.
Se avergonzó de haberlo hecho una vez, de haber pensado que su amor podría tener fin o medirse como se mide el tiempo de otras cosas.
Sólo una cosa tendría derecho a despertarla, sólo una felicidad tendría derecho a interrumpir esta felicidad del cuerpo sereno en el sueño, recortado sobre la sábana, envuelto en sí mismo con una tersura de luna enlutada.
TÚ sobrevivirás: volverás a rozar las sábanas y sabrás que has sobrevivido, a pesar del tiempo y el movimiento que a cada instante acortan tu fortuna.
Otra noche pasada había mirado hacia los astros; nada ganaba con recordarlo. Ya no era aquél, ni los astros eran los mismos que su mirada juvenil contempló.
A veces, me parece que la falta de sangre y de muerte nos desespera. Es como si sólo nos sintiéramos vivos rodeados de destrucción y fusilamientos.
La muerte parecía la ocasión para apartar piadosamente todos esos hechos y restaurar, en un acto final, el mundo perdido.
Quizás las muertes ajenas son las que alargan nuestra vida, pensó.
Miró hacia afuera: estas horas del amanecer eran las mejores, las más despejadas, las de una primavera diaria.
Hay un momento en el cual ya no es posible distinguir el paso de los años.
Todos necesitamos testigos de nuestra vida para poder vivirla.
El tiempo que inventarás para sobrevivir, para fingir la ilusión de una permanencia mayor sobre la tierra.
La memoria es el deseo satisfecho: sobrevive con la memoria, antes que sea demasiado tarde, antes que el caos te impida recordar.
Quieren que estemos solas, señor Montero, porque dicen que la soledad es necesaria para alcanzar la santidad. Se han olvidado de que en la soledad la tentación es más grande.
La memoria es el deseo satisfecho hoy que tu vida y tu destino son la misma cosa.
Es más fácil el odio, te digo. El amor es más difícil y exige más...
Yo me acostumbro a este dolor: nada puede durar eternamente sin convertirse en costumbre.
Nunca has podido pensar en blanco y negro, en buenos y malos, en Dios y Diablo: admite que siempre, aun cuando parecía lo contrario, has encontrado en lo negro el germen, el reflejo de su opuesto.
Hay plantas que necesitan la luz de la noche para florecer. Esperan hasta que salga la oscuridad.
Las cosas mudan de apariencia, querámoslo o no; ¿para qué empecinarnos en no verlas, en suspirar por el pasado? ¡Cuánto menos fatigoso es aceptar lo imprevisto!
Él nunca comprendió que hay deberes que es necesario cumplir aunque se sepa de antemano que se va al fracaso.
Por eso nadie sabe lo que se siente y nadie puede contarlo. Si se pudiera regresar, si se pudiera contar qué es eso de escuchar una descarga y sentirla sobre el pecho, en la cara. Si se pudiera contar la verdad de eso, puede que ya no nos atreveríamos a matar, nunca más; o puede que a nadie le importaría morir...
La novela hace caer la máscara de la epopeya y le impone las marcas del tiempo, de la renovación, de la crítica, de la duda.
Le dijo que algo quedaba siempre fuera del cuadro, porque el mundo representado por el cuadro debía alargarse, extenderse más allá y estar lleno de otros colores, otras presencias, otras solicitudes, gracias a las cuales el cuadro se componía y era.
La generosidad es como un insulto feo y sin chiste a veces, ¿no crees?
Si nadie le explicaba la verdad, ella se aferraría a lo que creía ser la verdad.
La mimosa también, recuerdo que también la mimosa tiene sentimientos; puede ser sensitiva y púdica, casta y palpitante, viva, la mimosa...
A que si yo ofrecía amor, ella devolviese reproche; a que si ella ofrecía amor, yo devolviese orgullo: quizás dos mitades y un solo sentimiento, quizás.
Quién sabe si el recuerdo puede realmente prolongar las cosas, entrelazar las piernas, abrir las ventanas a la madrugada, peinar el cabello y resucitar los olores, los ruidos, el tacto.
Tajo de tu memoria, que separa las dos mitades; soldadura de la vida, que vuelve a unirlas, disolverlas, perseguirlas, encontrarlas: la fruta tiene dos mitades: hoy volverán a unirse: recordarás la mitad que dejaste atrás: el destino te encontrará.
Las cosas y sus sentimientos se han ido deshebrando, han caído fracturadas a lo largo del camino: allá, atrás, había un jardín: si pudieras regresar a él, si pudieras encontrarlo otra vez al final.
Quizás con aquél hubiera sentido algo más; no lo sé; sólo conocí el amor de mi esposo; ah, entregado con una pasión exigente, como si no pudiese vivir un momento más sin saber que yo le correspondo...
Desearás: cómo quisieras que tu deseo y el objeto deseado fuesen la misma cosa; cómo soñarás en el cumplimiento inmediato, en la identificación sin separaciones del deseo y lo deseado.
Deberás darle crédito a la noche y aceptarla sin verla, creerla sin reconocerla, como si fuera el Dios de todos tus días: la noche. Ahora estarás pensando que bastará cerrar los ojos para tenerla.
Los ojos a un tiempo duros y líquidos, con una mirada temblorosa, una doble burbuja de vidrio: amarillos como los del padre, pero más francos, menos acostumbrados a fingir con naturalidad.
Porque te quiero; pesa de un lado mis culpas y del otro mi amor y verás que mi amor es más grande...
Mientras más pienses en ella, más tuya la harás, no sólo porque piensas en su belleza y la deseas, sino porque ahora la deseas para liberarla: habrás encontrado una razón moral para tu deseo.
Pensarás que has hecho tantas cosas cobardes que el valor te resulta fácil.
Tu propia crueldad, cuando has sido cruel, ¿no estaba teñida de cierta ternura?
Siempre los dos tiempos, en esta comunidad jánica, de rostro doble, tan lejana de lo que fue y tan lejana de lo que quiere ser.
Ay dolor que se está venciendo a sí mismo, ay dolor que te prolongas hasta no importar, hasta convertirte en la normalidad: ay dolor, ya no soportaría tu ausencia, ya me acostumbro a ti, ay dolor, ay...
Ella se extrañó de la fortaleza con que sucumbía, del poder de su debilidad.
Elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirás entre los espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejará irrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demás espejos, los matarás antes de ofrecerte, una vez más, esos caminos infinitos para la elección: decidirás, escogerás uno de los caminos, sacrificarás los demás.
Para eso servía el licor, para desbaratar las mentiras. Era una hermosa mentira.
Siempre pensó que la acción contamina y nos obliga a traicionarnos, cuando no la preside el pensamiento claro.
Parecía el hilo más tenue de la telaraña de los siglos: parecía un gemelo de la muerte: el sueño.
La revolución es ahora nuestro hogar. ¿Tomás no lo entendió? Si cada uno se me va quedando en su casa cuando pase por ella, se acabó la revolución.
No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir.
Tus elecciones no negarán el resto de tu posible vida, todo lo que dejarás atrás cada vez que elijas: sólo la adelgazarán, la adelgazarán al grado de que hoy tu elección y tu destino serán una misma cosa: la medalla ya no tendrá dos caras: tu deseo será idéntico a tu destino.
¿Quién no será capaz, en un solo momento de su vida —como tú— de encarnar al mismo tiempo el bien y el mal, de dejarse conducir al mismo tiempo por dos hilos misteriosos, de color distinto, que parten del mismo ovillo para que después el hilo blanco ascienda y el negro descienda y, a pesar de todo, los dos vuelvan a encontrarse entre tus mismos dedos?
Lorenzo dirá que en el mar pasan tantas cosas, que es como si tuviéramos que ser más grandes, más completos cuando vivimos en el mar.
La quería más que anoche. Y sabía que mañana la querría más que hoy.
Entonces más vale recordar. Dicen que es bueno recordar.
Yo ya soy fuerte. Mi fuerza es aceptar sin lucha estas fatalidades.
Cuando ambos sepan que bastaría una palabra y sin embargo callen, ¿quién vivirá en ese silencio?
Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que sólo tú puedes adivinar y desear.
Las mujeres se acostumbran a todo; depende del cariño que les den. Igual puede acostumbrarlas un amor juvenil que un amor paternal.