Desgracias, frases

La ausencia de Amparo Medina lo invadió por dentro, como una enfermedad maligna, sintió que se le aguaba la sangre, se le oscurecían los recuerdos, se le tornaban los huesos de algodón, se le llenaba el espíritu de dudas.

A la desgracia no se acostumbra uno, créame, porque siempre nos hacemos la ilusión de que la que estamos soportando la última ha de ser, aunque después, al pasar de los tiempos, nos vayamos empezando a convencer —¡y con cuánta tristeza!— que lo peor aún está por pasar…

Las más grandes tragedias de los hombres parecen llegar como sin pensarlas, con su paso, de lobo cauteloso, a asestarnos su aguijonazo repentino y taimado como el de los alacranes.

No, la desgracia no nos vuelve más racionales ni nos enseña lecciones, ni nos rebaja los humos ni el postureo ni la presunción. Todo persevera inmutable y me temo que perseverará.

La desgracia es alegre, acogedora, y el más tierno sentir gozamos en hacerlo arrastrar sobre la plaza inmensa de vidrios que va siendo ya nuestra alma.

En la desdicha sólo han visto una buena oportunidad para seguir cada cual con su objetivo o su obsesión, y afianzarlos.

Las desgracias caen de repente, cuando uno menos se las espera.