Cada vez que escurría el líquido de un bote de judías cocidas, el fregadero viscoso le hacía pensar en los políticos.
A Ugwu le habría gustado sentir verdadera pena por su amigo político asesinado, pero los políticos no eran personas normales: eran políticos.
Aquella dañina política, tan española, de quedarse tuerto por dejar al otro ciego, de causarse enorme perjuicio para causarle uno total al adversario, acabó por pasarle factura.