Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer.
Habían resistido el paso de la historia, adaptándose a los cambios cuando fue inevitable y ocultándose en una dimensión propia cuando fue necesario.
Las entrañas de la historia son una contrahistoria, es un proceso inverso al que ella sigue. El río subterráneo va del mar a la fuente.
Nuestra actitud vital también es historia. Quiero decir, los hechos históricos no son el mero resultado de otros hechos, sino de una voluntad singular, capaz de regir dentro de ciertos límites su fatalidad.
No sabemos por qué será recordada esta época en lo que se refiere a grandes acontecimientos —pandemia aparte—, pero, en lo relativo a la “pequeña historia”, me temo que lo será por su pintoresquismo y su extrema ridiculez.
Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía.