La verdad es que la vida en mi familia poco tenía de placentera, pero como no nos es dado escoger, sino que ya —y aun antes de nacer— estamos destinados unos a un lado y otros a otro, procuraba conformarme con lo que me había tocado, que era la única manera de no desesperar.
Al que el destino persigue no se libra aunque se esconda debajo de las piedras.
Los vientos de la fortuna nos empujan y nuestros pasos son decisivos todos.
Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera […]. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas.
Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.
Comprendió que ningún destino es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro.