Cuando la paz invade las almas pecadoras es como cuando el agua cae sobre los barbechos, que fecunda lo seco y hace fructificar al erial.
Conozco también el valor del alma humana cuando se la somete a rudas pruebas.
El Alma del Mundo se alimenta con la felicidad de las personas. O con la infelicidad, la envidia, los celos.
Y es el sufrimiento del alma, sobre todo, el que hace buenos a los buenos.